Una de las definiciones más aceptadas del duelo es que “se trata del proceso normal que sigue a la pérdida de un ser querido”. Esta definición implica ya varios aspectos:

 

El primero es que el duelo es un proceso, palabra que implica tiempo. No es que el tiempo lo cure todo, pero sí es verdad que los duelos no se resuelven en un mes, ni dos, ni tres. Aunque cada persona necesita una cantidad de tiempo diferente para elaborar su duelo, lo cierto es que hay que ser paciente y no intentar acelerarlo.

 

El hecho de que sea un proceso implica también que es algo activo, no es algo que ocurre y se resuelve sólo con el tiempo, sino que hay cosas que hacer y decisiones que tomar para resolver adecuadamente el duelo.

 

El hecho de que sea normal implica que todo el mundo atraviesa un duelo tras la muerte de un ser querido. Eso es lo natural: que duela.

 

Para explicar el trabajo que opera el duelo en el estado anímico es más fácil hacerlo desde la situación de pérdida de un ser querido, su muerte o alejamiento, pero también hablamos de duelo en referencia a la pérdida de la libertad, la emigración, el exilio, un ideal que sostiene un proyecto, un trabajo o circunstancias afines.

 

El proceso de duelo es un estado natural por el que pasa el ser humano en situaciones de pérdida. Como decía Doug Manning: “El duelo es tan natural como llorar cuando te lastimas, dormir cuando estás cansado, comer cuando tienes hambre y estornudar cuando te pica la nariz. Es la manera que tiene la naturaleza de curar un corazón roto”.

 

El reto es aprender a gestionar las pérdidas, ser conscientes de que afrontar momentos dolorosos forma parte del proceso de crecer, de trascender y de transformarse. Toda pérdida, todo final trae una enseñanza y un comienzo.

 

En nuestros Ratos de Terapia te ayudamos a escucharte, ponerle palabra a la pérdida y transitarla para llegar a su aceptación.